Evelin Valdez.
Un día como cualquier otro, en medio de angustia, llantos y pasos de aquí para allá de médicos y enfermeras, en la sala de emergencias de un hospital.
Camillas con números etiquetados, donde solo escuchas ponlo en el 5, 8, 16, con termómetro en mano y preguntas fijas ¿qué le pasa a su niño?, un médico pasante recibe a cada afectado.
Sábado por la noche 3:00 de la mañana, ves llegar a una “encumbrada joven”, llena de vida y sueños, quien por su vestimenta de balerina y zapatitos de ballet, acaba de salir de una presentación, solo piensa en su hijo, la gente la mira extraño, pensando “y esta loca”, solo es una madre que vela por su hijo, quien llora sin cesar.
Cuando echa un vistazo a tu alrededor te das cuenta de que no se ha perdido por completo el concepto de familia, ves a los padres unidos por la salud de sus hijos, uno lo sostiene mientras el otro le saca la famosa hoja de registro.Cada cual está en lo suyo, sin dejar de ver el de al lado, de que sufre ¿cuál es su dolencia? o si tiene lo mismo que tu retoño, en las conversaciones salen a relucir remedios caseros que le da las abuelas.
Ves cambios de turno del personal médico y como le explican la dolencia de cada paciente, mientras se cuentan lo terrible que fue el día y la cantidad de pacientes que han atendido.
Entre médicos y enfermeras hay unos que viven el día a día, como rutina y otros ven a los pacientes como seres humanos y le platican y se ríen de sus ocurrencias.
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