Por NATALI FAXAS
Una habitación limpia, con servicio de música, internet, televisión, jacuzzi, luces de discotecas, tubo de baile y hasta un asiento para facilitar las posiciones sexuales. El negocio de las cabañas y los moteles se levantó originalmente en las afueras de zonas metropolitanas, con una garantía de privacidad por un tiempo que, estratégicamente, se ha ido reduciendo.
Si antes una estadía se extendía por cuatro horas, ahora un servicio “exprés” de dos horas en una habitación sencilla puede encontrarse a RD$ 370. Si se quiere por cuatro horas, el costo aumenta de RD$ 580 a RD$ 880. Una habitación ejecutiva, por cuatro horas, puede andar RD$ 1,180. Y una habitación que se ocupe después de las 10:00 de la noche, se paga la tarifa igual a cuatro horas, aunque se amanezca.
Son precios relativamente cómodos y accesibles, si se compara con cualquier habitación de hotel que se pague en la capital. Por esto, el secretario general de la Asociación Nacional de Dueños de Moteles, Cornelio Lora, cuenta que las temporadas de mayores ganancias suceden en diciembre y verano, fecha en que suelen viajar los dominicanos residentes en el extranjero, que generalmente llegan al motel para pagar solo la amanecida.
Cuando se usa de paso, un día bueno para una habitación da la bienvenida ocho veces, que implicará mínimamente el cambio de ocho juegos de sábanas y de 16 toallas, solo en esa habitación. “Por reglamento de sanidad hay que ponerle dos toallas, cambio de sábana, wifi. Un sinnúmero de cosas para poder meterse en el mercado, que el poco costo que cobramos no compensa el alto costo que invertimos”, explica Cornelio Lora.
Era el año 1992 cuando Lora se aventuró al negocio de las cabañas. La suya, “Obsession”, ubicada en la autopista San Isidro, es una de las pocas que se mantiene con un propietario que no es extranjero. De los aproximadamente 160 afiliados a dicha asociación, Lora estima que apenas dos dueños son dominicanos, él incluido. “Los demás, son chinos, es el negocio cumbre de los chinos, que son los que hacen la gran inversión en este tipo de negocios”.
Así, Lora va contando la cantidad de moteles de su zona con propietarios extranjeros: “La Oficina”, “Ta Jevi”, “La campaña”, “Yeah”, “Expreso”, “Cabañas 5”, “Malibu”, solo en San Isidro.
También cuenta las cabañas que han cerrado en los últimos años: “Las Palmeras”, “Deseo”, “Caribe”, “Miami”…
De hecho, el mismo Cornelio Lora contempla convertir su cabaña en un proyecto inmobiliario, a través de un fideicomiso. “Los dominicanos hemos ido desapareciendo porque hemos tenido que ir entregando ese negocio a los chinos que tienen concesiones con el Estado y cuando se instalan en el país e invierten, tienen unos años exentos de impuestos…”.
Los impuestos a las cabañas
“El factor enemigo de este tipo de negocios es la luz (servicio de electricidad). Solo la luz se lleva el 47 % de ingresos de ese negocio, en el caso mío”, avisa Lora. En estimado, entiende que solo por impuestos paga entre 7 y 8 millones de pesos anuales. Si se calcula de manera mensual, se tratan de unos 600 mil pesos cada mes.
Aunque Cornelio Lora no especifica qué porcentaje de sus ganancias se van en impuestos, sí detalla los que paga. Al Ayuntamiento paga impuestos por cobro de habitación, rampas (uso de acera para ingresar al inmueble), letreros y basura.
Al Estado, entonces, le paga el Impuesto sobre Transferencias de Bienes Industrializados y Servicios (ITBIS), Impuesto sobre la Renta (ISR), anticipo, Otras Retenciones y Retribuciones Complementarias (IR–17), Infotep, y otros cargos por uso de la música”.
A la carga impositiva, que asegura ha impulsado al sector a “desaparecer”, Cornelio Lora dice que se le ha sumado, las condiciones de la autopista de San Isidro que desde diciembre está intervenida por ampliación.
“Mira todavía la fecha y no hemos vuelto a ver un aparato. Tenemos un caos en esta zona (tapones, descuido), que se ha debilitado y fortalecido la zona (las cabañas) de la avenida 30 de Mayo”, comenta.
En Santo Domingo, la autopista de San Isidro y la avenida 30 de Mayo, son tradicionalmente reconocidas como fuentes de cabañas. Entre ambos puntos geográficos, se pueden encontrar por lo menos 20 negocios de este tipo, no son los únicos. La avenida Los Beisbolistas, en Manoguayabo, es otro típicamente conocido, aunque también se pueden hallar estos negocios muy en el centro de la ciudad capital, como las avenidas Máximo Gómez y también la 27 de Febrero. |
Las inspecciones de Salud Pública
“Lo más irregular que siempre he notado son los colchones, que están muy deteriorados”, cuenta Ramón Rojas Aybar, oficial de salud del Área V de Salud Pública, que corresponde al Distrito Nacional.
Las inspecciones de Salud Pública en este tipo de negocios deben abarcar, además de las habitaciones, el manejo responsable de la cocina, desechos sólidos y aguas residuales. Rojas Aybar asegura que la cabañas que se encuentran bajo su vigilancia, que son las próximo al Malecón de Santo Domingo, deben tener plantas de tratamientos o pozos sépticos, para garantizar que las aguas contaminadas no terminen en el mar.
Los permisos de operación de Salud Pública se expiden anualmente por un valor de RD$ 200 e incluyen inspecciones cada 60 días y operativos sorpresas que se pueden dar hasta dos veces al mes. Un monto simbólico para dar con un mantenimiento constante, que en el caso de Obsession implica un recurso humano fijo de 43 empleados fijos para garantizar el servicio en 47 habitaciones.
“El mantenimiento, por las regulaciones que se tienen, son muy severas… Debemos tener una lavandería con agua caliente de 450 grados de temperatura, para garantizar que se puedan eliminar cualquier germen que se encuentre entre las sábanas o fundas de almohadas…”, explica el propietario de esta cabaña.
Las cabañas Obsession, en particular, dejan una impresión de cuidado y limpieza. No suele ser una regla, porque cuentos de eventos poco agradables suelen apuntarse en este tipo de negocios. Hace justo dos años, el Instituto Nacional de Protección de los Derechos del Consumidor (Pro Consumidor) dio razón esos malos cuentos, cuando reveló que en inspecciones realizadas, se concluyeron que el 82 % de las cabañas verificadas estaban en falta de higiene
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