Por Máximo Laureano
Él decía “Tampa”, “Tampa”, “Tampa” y yo lo miré, sin entender, que bebía responder “Bay”, en espera de mi reacción, el fanático de los Rayos del Tropicana Field, con casaca azul marino y dreadlocks, me explicó que era una especie de grito de guerra del equipo.
“Te digo Tampa, Tampa y se supone que tú debes responder Bay”, entonces que me di cuenta que, para mi visita a San Petersburgo, Florida, debo tener esto claro.
Ahora bien, ese fanático racionó ante un seguidor de su equipo, a quien vio con gorra, camiseta azul marino, reloj, porta credencial, porta botella, con los símbolos de los Rays y que además llevaba una camiseta (reversible) blanca, extra en la mano, por si el equipo llevaba ese distintivo.
Con esos detalles que llevaba, el autor de este escrito, no era para menos, el fanático del estilo jamaiquino, asumió que yo debía saber de la proclama y responder.
“Es por eso, que una vez, mi hermana Miguelina Laureano, me dijo en una ocasión, “yo creo que usted es más fanático de Tampa que del Licey”, y yo agrego, “que es mucho decir”.
Pero allí estaba yo, en el Estadio Quisqueya, feliz, porque a pesar de que le llevo 24 años a los Rays de Tampa Bay, me sentía de como niño, con “camioncito de bomberos”, contento de ver en vivo al equipo que me ha hecho vivir emociones y decepciones, un equipo del cual me hice “fans”, tras la contratación de Carlos Peña, en 2007, primera base de los Tigres del Licey, equipo dominicano que amo.
Siempre he sido seguidor de la carrera de Carlos Peña, por eso, se me hizo fácil hacer crecer mi admiración por las mantarrayas, que ya seguía desde su debut, en 1998, cuando eran los Devil Rays.
De ahí mi goce de a ver la tropa de Kevin Kash, en mi país, en el Estadio Quisqueya, el cual he visitado desde el 28 de noviembre de 1988.
Compré boletas de la D7 fila H, del lado derecho, no era muy cerca, pero era del lado donde estarían los Rays.
De paso a las gradas, vi de “cerquininga” a mi equipo que se enfrentaba a su vecino de división en las Grandes Ligas, los Medias Rojas de Boston, en un partido de pretemporada, con nivel de los partidos del calendario.
Mi compañera de batallas, feliz por mí, por ser cómplice de esta aventura, que empezó, hace meses, desde que se anunció la serie.
El fanático ignora toda lógica para resaltar en cada momento su entusiasmo por lo que sigue, nada cuesta mucho, siempre que pueda pagarlo y si no puede pagarlo, es capaz de abrazarse a las más desprendidas justificaciones para hacer valer su pasión por lo que ama.
Fuera de toda lógica, grita, alza la voz, defiende como religión todo aquello que le fabrica emociones.
Y llegó el día, ya con boletas en mano, las que encontramos disponibles, una semana antes en Supermercados Nacional, en Santiago, le sacamos el 100 a la mañana del sábado 09 de marzo del 2024, para que nos diera el tiempo, para las cotidianidades y “coger carretera”, y llegar al Ensanche La Fe, un sector con el que tengo una historia, sumada a mis visitas al Estadio Quisqueya.
Viajar desde Santiago de los Caballeros, a la Capital, implicó muchas cosas, pero como dice un personaje de las redes sociales, “ lo gastamo, pero complacido”.
Nos tocó aparcar lejos del estadio y sobrepagar por ese espacio y a eso se agrega que no me permitieron entrar con mi cámara, con el alegato de que era un equipo profesional, debí volver al vehículo para guardar la Nikon D5200, cuando entramos, ya mis Rays perdían 2-0 y bateaban el segundo, pero igual nos gozamos estar ahí.
Nos quedamos a la espera del H4 del cubano-mexicano, Randy Arozarena, pero igual nos gozamos el juego.
El estelar primero base, Yandy Díaz, no vino, pero igual nos gozamos el juego. Mis amigos me han hecho “bullin”, en Facebook, porque perdimos, por blanqueada, pero igual nos gozamos el juego, fuimos parte de la historia y eso cuenta.
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