UN RECORRIDO PARA NO OLVIDAR POR LA BAHÍA DE LAS BALLENAS Y LOS ENCANTOS DEL ATLÁNTICO

Por Evelin Valdez

Siendo las 4:00 de la madrugada, aún la alarma no sonaba, con una ligera pereza, entre las sábanas y el “ai no”, “es muy temprano” decimos pisar sandalias.

Un pie en la cocina y cepillo dental en mano, pusimos café mientras subía se podía percibir ese aroma particular a café del bueno, ese que te trae el recuerdo más guardado.

Evelin Valdez.

4:25 am, quitamos la tapa de la nevera portátil, pusimos, hielo, jugos, compotas, agua y unas cervezas que no podían faltar, para que aquel viaje fuera sin igual.

4:40 am, aún el agua hacia titiritar la piel, con ropa cómoda y un poco de rubor para que las ojeras no salieran al sol.

4:48 am, el primer sorbo de café.

5:20 encendimos el motor de La GiGi, nuestra Nissan AD, compañera de viajes, pusimos mochilas, cobijas sandalias, sombrillas, de todo para el andar y un botiquín con lo básico para mareos u otras eventualidades.

La autopista al Nordeste nos daba la bienvenida, mientras la luna se despedía, el tránsito era ligero, esto nos permitió avanzar y ver el sol, cuyos rayos peleaban con la densa neblina que cubría los arrozales en Ranchito La Vega.

Pasadas las 6:00 de la mañana, la Serie 059 de Castillo, municipio de la provincia Duarte, nos dijo que lo bueno empezaba allí.

De vez en cuando los baches en vía nos recordaban, que debíamos ir despiertos, hasta que unos guardias nos mandaron a parar, ante de llegar a Pimentel.

“Buenos días”, el saludo peculiar, será que playa ustedes van” dijo aquel joven con ropa de militar, al ver mis trenzas apretadas que me habían hecho la noche anterior.

Respetuosamente asintamos qué si, ofreciéndoles botellas de agua para el día, mientras con una sonrisa nos preguntaban que si teníamos armas de fuegos.

7:00 am, con la USB puesta entre típico y bachatas, reguetón y más, que tarareábamos, apreciamos el amanecer, en la vía adornadas por plantaciones de cacaos.

Una derecha, para llegar pasar los municipios del Yuna, Villa Rivas y Arenoso, para tomar la Autopista, Juan Pablo II, al ritmo del “El boom boom”  de Chímbala.

8:00 a.m. Llegamos al municipio de Sánchez, para ver donde el tren hacia su entrada, para nuestra sorpresa un mirador encontramos, más que eso, un área rescatada, celosamente cuidad y un letrero que advierte que está en “la ciudad del camarón”, es la zona que también recibe al Yuna.

 

Asombrados con tanta belleza un empezaron las fotos de fotos y videos, “tú me graba,  yo te grabo” y así,

Llegó el de lucir en grande aquel vestido de mercado, que parecía de fiesta de gala, quien diría que RD$ 150.00, es lo que cuesta. Mire la foto y diga usted…

Mirador de Sánchez, posa la autora de esta crónica.

El pueblo que vio nacer a mi compañero de viaje, nos esperaba así que continuamos, no sin antes hacer una parada para fotografiar el edificio del Ayuntamiento local y una vieja e icónica iglesia Nuestra Señora de Lourdes, todo un atractivo.

Con un alambra dulce, cerraba el cerco que quitamos para ver su belleza, en blanco y azul, pequeña, es su característica, sin dejar de pensar en lo bello del lugar.

9:00 am, hora de comer pan con jugo mientras la pista nos veía correr y buscábamos la calle para ver el Hospital Doctor Alberto Gautreaux, allí alumbraron a mi compañero de viaje, hace uuuuun montón de años, antes una paca dominguera nos hizo detener. Allí unas “muas” conseguimos, mientras un colectivo de perros callejeros se enfilaba detrás de una hembra el calor, en plena calle Duarte, casi esquina Trina de Moya.

10:00 am,  la entrada a Samaná nos dio la bienvenida con el calor del sol picando ya la piel, un trago de Mamajuana,  nos dio a tomar un nativo en una tienda donde entramos a mirar, cosas que con compras porque son muy caras.

El malecón, el puente emblemático, entre los islotes y las ofertas de servicios de los nativos, te dicen, estás en Santa Bárbara de Samaná.

¿Quién contó los metros de largo del hermoso puente?, pues cuando ya subes los primeros 50 escalones, no hay vuelta atrás, eres tú en medio del mar y el sol ardiente qué penetra en tu piel.

Aún más, eso no importa, pues desde que Martha Heredia grabó la canción “Para toda la vida” en este lugar, me propuse tener mi historia en ese punto de la Bahía.

¿Quién dijo que no se podía hacer?

Vale la pena cada centímetro de largo y ancho del puente, donde con la luz directo a tus ojos las fotos son increíbles.

De regreso, nos esperaba una piña colada, esta es la real, pues es dentro del cascaron de la piña y lo que no podía faltar una cerveza bien fría.

11:00 de la mañana, ponemos la reversa y le “damos pa alla” a buscar la carretera para llegar a El Salto del Limón, pero primero recargar gasolina y comprar hielo, seguimos…

“Ay mi madre, mi vehículo en las pendientes no acerera, íbamos a 8 kilómetros por hora y no es literal, pero que importa.

Pasando Rancho Español, comenzamos a ver caballos letreros “El Salto del Limón” qué adrenalina, no sabíamos lo que nos esperaba, al menos yo.

11:45 am, la mano de un joven nos hizo la parada como diría Ricardo Arjona, así que bajamos la marcha y giramos la derecha y llovieron las ofertas, para llevarnos a lugar.

Allí estaba un joven, quien sería nuestro guía, nos ofreció el servicio de caballos por cuyo servicio debería pagar RD$ 1, 000.00, uff se activó mi “tacañería selectiva” como dice ML, rápidamente le pregunté.

¿Y qué otra forma hay para llegar? a lo que respondió a pie, bueno, deja ver, pensé, que tiempo dura el camino, a pie o en caballo, pero Carlos me dice que es el mismo tiempo, porque el caballo deber ir al ritmo del guía que va a pie.

“A no ombe”, pues vamos caminando, tras unos 40 minutos en conversación, llegamos a los 300 escalones qué hay que bajar para llegar al paraíso, el cual vale la pena, pero les cuento de regreso, los 300 peldaños, se convierten en 600. Todo por la satisfacción de estar y ser parte de la historia.

El agua que surca la montaña qué forma una cortina en las piedras, es sin igual, cayendo hacia él precipicio, lo que lo convierte en una piscina natural donde puedes disfrutar del agua.

2:30 pm, ya de regreso en el bullicio, ya el hambre hacía asomo por lo que buscamos un lugar donde comer a nuestro estilo, cuando de repente vimos humos asomar y dijimos “aquí es” un tanque convertido en asadero, carnitas a la barbacoa, con yuca arderte, incomparable.

Mientras guiábamos “nos dábamos la real palangana”, Pero recordamos que el “ombligo era empatao”.

3:50 pm, llegamos a Playa Bonita en Las Terrenas, “no sabía que había tanta belleza en un rincón tan alto”. Alli nos dimos el real chapuzón, antes de seguir nuestro viaje.

Para salir del pueblo se forma un arco y dimos como 25 vueltas y volvíamos al mismo lugar, buscábamos la salida  para tomar el la vía  hacía El  Catey-Sanchez, ya mi mecha se estaba agotado así que me “quillé” hasta la del GPS estaba estresada.

5:45 pm, al fin cogimos carretera, el Boulevard del Atlántico, la mejor vista, la naturaleza en su fuerte, el hermoso Océano Atlántico en su máxima expresión, mientras acelera y desacelera en la montaña, entre subir y bajar.

Montaña en ambos extremos, comenzamos a bajar, desde la cima se podría ver el ancho mar, algo que ver para contar.

El costo del peaje nos sorprendió, la suma son RD$ 400.00, cosa que no avisan, pero vale la pena.

6:40 pm, ya camino a bordear a Nagua, la nube gris empañaba el cristal. Vimos el sol bajar y subir la luna, regresando a la Autopista, Juan Pablo II,

8:00 pm con la oscuridad a cuesta hicimos una parada técnica por una la fría en Cenoví y continuar el viaje a Santiago.

Nunca dejes que otros te cuenten lo que tienes alrededor, disfruta la vida, por si llueve.

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