Por Evelin Valdez
Al perder la noche su nombre y convertirse en madrugada, despertó de repente con sus pensamientos húmedos, con el cuerpo temblando, con olor a deseos entre sus piernas, con ganas de sentir otra piel a su lado.
La distancia se había convertido solo en algo simbólico, pues representaba un reto para ambos cuerpos, que aun estando a cientos de kilómetros no podían dejar de sentir las ganas.
Un mar y dos cuerpos separados eran los testigos del deseo que vibraba en cada piel, sintiendo como la respiración se aceleraba, con un sollozo, un gemido de placer.
Al cabo de unos minutos la lluvia se empezó a escuchar para darle el toque que necesitaban, imaginando como sería tener entre sus brazos a la persona deseada.
Cómo tocar su piel, sentir su olor, besar sus labios en la calidez y la humedad que los caracterizan, tocar su pecho y sentir los latidos de su corazón al ritmo de cada vibración, al susurrar al oído que era la pasión perfecta.
Mientras le describe como reposa su cuerpo entre sus sábanas blancas, las ganas de tenerle cerca eran aún más, desencadenando la furia de la pasión.
Son los pensamientos húmedos los que hacen que cada día piense más en su cuerpo, con la pasión impregnada en cada partícula de su ser.
Cada gota de sudor mientras duermen es el reflejo de la pasión que hay atrapada en sus cuerpos, donde el sonido del reloj y la profundidad de la noche son parte del componente de esta historia.
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