Máximo Laureano
Cuando hablé con juan Carlos Bisonó Domínguez, por primera vez, en noviembre de 1997, me dijo era fotógrafo, me dio una tarjeta, que creo conservo aún.
Me dijo que tenía un hermano de nombre José, que estudiaba medicina en la Universidad Tecnológica de Santiago (Utesa), escuela que en ese momento nos unía.
En las conversaciones siguientes supe de su primogénito, Juan Luis, su tesoro, como su familia, en el barrio Los Ciruelitos, allí, iba hasta su estudio de fotografía y empezamos a compartir inquietudes de la comunicación, soñando con el buen periodismo.
Y hasta me hablaba de su simpatía por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), el morao-romántico, del Don Juan, en el cual se vendía vanguardia del pueblo y que fustigaba los hechos de corrupción, para la fecha yo prefería las ideas revolucionarias y el “peñagomismo” traído de mi experiencia en la UASD, con los grupos estudiantiles.
Él venía de la carrera de arquitectura, carrera de la que salió porque su vida no estaba orientada a trazar líneas en papel, sino, que estaba orientada a escribir y hablar para generar cambios sociales, a través del periodismo que no deja dinero, es decir, el periodismo serio, como nos enseñó en las aulas el profesor Francisco Gerómino Rodríguez y como nos predicó desde la redacción del periódico El Siglo, Ramón Lora.
Juan Carlos, cargó conmigo, con todas mis mañas, hasta intentó sacar de mí el tipo que todo lo veía mal y que tuvieron que censurarle el primer artículo para un boletín en Utesa.
Acelero la narración porque la gente ahora lee en F y la prisa nos ahoga, pero, son muchas cosas en común, cosas que empezaron con un pesar de precariedades que nunca superamos como estudiantes y de las cuales, aún no estamos exento, porque no hemos colocado redes en todas las aguas, aunque si hemos tenido algunos cambios, porque de algo sirve ser honesto, dedicado, paciente y perseverante. Aquí estamos, entre el trigo, con la frente en alto, con defectos humanos, pero lo más alejado posible de la cizaña, aceptado por la mayoría que nos rodea y visto desde e cristal, por una minoría que no se acostumbra al avance ajeno.
De Juan conocí su pasión por la música, como bajista, guitarrista, su pasión por la fotografía y su culto a la seriedad como un patrón de familia, que lo ha ayudado como profesional sensible frente a las cosas que dañan.
Para mi es fácil hablar de Juan Carlos Bisonó Domínguez, porque conozco lo que le ha costado llegar donde está, pero mucho que se revuelcan en el estercolero de la comunicación, no lo saben, como aquellos que en una ocasión se atrevieron a señalar que se había vendido por un carro y RD$ 70, 000.00, para una elecciones del CDP. Pero resulta que cuando yo conocí a este ser humano extraordinario, ya tenía su carro, es decir, que tuvo un vehículo primero que muchos de los que esa vez lanzaron dardos contaminados en su contra.
Ha sido una de la cosas que más me ha dolido escuchar de este ser imperfecto, que también es muy creyente religioso.
En ese momento yo estaba en el lado contrario de la competencia electoral, pero, eso no me impedía poner las cosas claras, a mucha gente que aprende a leer, pero, que su enanismo mental no le permite entender donde dice in-te-gri-dad.
Es solo un ejemplo entre tantos intentos por derrumbar este hombre que es un conciliador y un gremialista entregado a la causa de los y las profesionales de la comunicación y sería una desidia imperdonable callar ante los inventos de aquellos que mandan sus perros a ladrar, tratando de dañar la honra de gente buena, para luego venir con la excusa de que en unas elecciones todo es válido.
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