Empezaría por abolir esa mentira dogmática del celibato, para evitar que los sacerdotes sigan procreando hijos e hijas con muchachas ingenuas, para que luego ellas tengan que guardar el secreto eternamente.
Y lo que es peor pegarle el muchacho o muchacha a otro, que además de ofrendar, va regularmente a la iglesia y cree ciegamente en el sacerdote que le ha preñado a su mujer.
Seguiría por entender que pretender que los sacerdotes y monjas cumplan con un compromiso de castidad es imposible desde el punto de vista físico, es una necesidad del hombre y la mujer, que son los llamados a decidir si disfrutan o no de una relación sexual.
Si yo fue Papa, vería como positivo que los padres y demás personas ligadas a la prédica religiosa, no solo tengan una vida sexual normal, sino que tengan su familia, después de todo, en la biblia, no se habla de castidad, al menos eso creo, porque debo reconocer que del libro sagrado, solo manejo algunas citas que aprendí en mis tiempos de estudiantes del bachillerato, en un colegio luterano.
Si yo fue Papa, eliminaría de la cultura católica el aspecto de que el sexo es malo para los sacerdotes y las monjas y explicara a la población religiosa que una de las rezones por la que un sacerdote no conviene en relación matrimonial, es por las dificultades que esto acarrearía para llevar a cabo las tareas de la iglesia, eso es más comprensible, pero eso es idea y razonamiento, algo vedado en el fanatismo religioso.
Solo imaginar que un sacerdote deje sus hijos o hijas solos o solas para ir a una misión por días, semanas, meses o años, hace pensar que no sería nada fácil la tarea de pastor con estos compromisos, pero si los hacen los astronautas, militares, maestros, médicos y otros profesionales, porque no hacerlo el presbítero. Para ellos ha sido más fácil desahogarse, con que esta acción tan excitante como el sexo, sin que implique riesgos y responsabilidad.
Si yo fuera Papa, concluiría en que es más fácil lidiar con pastores con estos inconvenientes terrenales propios de la evolución social, que tapar toda la vida a los pastores que preñan ovejas, para que otros borregos asuman la responsabilidad de criar y educar a los corderitos.
Otros de los pasos que yo daría, no serían desde el Vaticano, porque ese oropel, yo lo destruiría, como Moisés hizo con el becerro de oro, al cual dejó caer el peso de la tabla de la ley, al bajar del monte Sinaí, la diferencia sería solo de tiempo, porque la Santa Sede, es tan corrompida como estaba el pueblo Hebreo, que creó el ternero dorado. Moisés estaba revestido del poder de Dios (Jehová), el Papa, también lo está, según la creencia católica, la diferencia es que la sarza, no arde en Roma y que a los entran allí no se les ha ordenado quitarse las sandalias.
Si yo fue Papa, eliminaría el lujo de los templos, para que si Jesús vuelve a la tierra, no se niegue a entrar, porque siendo el hijo del carpintero humilde, nacido en un pesebre, asumo que rechaza sin discusión y mediación de Agripino alguno, el derroche de dinero en las iglesias con la única intención de que luzcan agradables a los feligreses que ofrendan.
Claro, la evolución social y el conocimiento de estos tiempos, me lleva a pensar más allá de la fe, que es la certeza de lo esperado y la convicción de no se ve, según la cita de Hebreo, leída por un teniente de la Policía, esta mañana, cuando yo pasaba por un destacamento del área urbana.
Esa evolución social me llevaría a crear un sistema para que los ministros religiosos pongan todos los lujos que quieran en sus templos, pero que lo hagan con dinero de sus bolsillos y las conviertan en lugares turísticos y cobren entradas, no como pasa en mi país, República Dominicana, que el Gobierno (concordato Trujillo) asume las construcciones de las iglesias católicas, compra sus mobiliarios y los feligreses la mantienen con sus aportes, que conste, los representantes del Gobierno, también son “creyentes”.
Si yo fuera Papa, vendería la ínfula bañada de oro, bastón y demás accesorios, para construir sus iglesias y el dinero del banco del Vaticano, lo destinaría para llevar comida a países donde el hambre, es más fuerte que dogma del catolicismo. Continuará…