Por EVELIN VALDEZ
Un día normal con el sonar del tacón, inicia la mañana con el sabor del café en los labios, viendo a través de la ventana la lluvia caer.
Con el ir y venir del calendario, que pasa por doquier, pues cada estación del tren a de recorrer, con TO y eso sigue en pie, con ganas de correr.
Nada que decir, el reloj en la pared se adueña de momentos y risas, ellas deciden detener el tiempo para darle un chance de ponerle la cereza al pastel, de brindar con esa copa, quien lleva semanas llamando al sofá para rozar con el cristal el borde de sus labios.
Llegar a casa es un privilegio pues a pesar de estar cambiando de ciclo sigue de pie y con la sonrisa a flor de piel.
Cuando la noche pierde el nombre llega el momento del placer, pues aún no a de ceder, no hay cansancio que la pueda detener.
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