Por Evelin Valdez
Mi casa no es mi casa, es nuestra, es de todo aquel que quiera ir a reír, a discutir de pelota, a preparar unos fritos como en la vieja escuela, majados con un vaso de aluminio, quedarse hasta tarde halando “pluma de burro”.
A propósito porque será que le dicen hablar “pluma de burro”, si los burros no tienen pluma?
Como te decía, mis paredes son de todos, aquellas que albergan calor del sol radiante, el piso con el polvillo que le caracteriza.
Allá no tenemos sabanas dobladas en el closet para las visitas, todas se usan cuando nos place, tenemos cartas de barajas para jugar el famoso “3 & 2”, “el cagao” y “el 21”, dominó para decir que somos duro en eso, cosa que no es cierto, pero eso nos hace feliz, el parchis que es más aburrido que escuchar las escusas del “mario”, pero los jugamos de lado y lado, aunque casi siempre las piezas se pierden.
Tenemos las camas de aire, que ya ni las guardamos pues siempre tenemos el invitado, que va por un ratito y termina tres días en casa, como el caso de Dariel uno de mis mellos, que ahora cree que tengo una fundación, pero amo tenerlo allá.
El otro día yo emocionada, pensando en que era por mi que iba, hasta que descubrí que era detrás de unas de mis hijas de otra madre Juleisy, que esa es otra que va por una hora y hay que echarla a “patadas”, pues no quieren irse.
Cuando era niña “ hace rato de eso”, soñé con una casa grande, con patio, de todos los lados, para alojar a quienes fuesen, pero que va con el paso del tiempo he aprendido que no es la casa, es el hogar donde se construye todo.
Hace unos meses recibí a mi papá con todo y su familia, me lo gocé, verlos ahí, nosotros armando espacios para dormir las horas que faltaban para el amanecer unas de las mejores cosas que me han pasado.
Dice la pediatra de mis hijos, que nosotros no invitamos a nadie para los cumpleaños, pues somos muchos, y eso que ella no sabe nada, para que tengan una idea, en casa somos ocho fijos, pero tenemos a los enamorados de mis hijas, que apostamos a que se cansen de tanta bulla y no vuelvan.
También están los amigos, que son jóvenes y yo privando en que aun los años no me pasan, me pongo a jugar con ellos y termino poniéndome mentol para los dolores.
Mi casa siempre sera su casa, pues una casa vaciá no vale nada, cuando gusten allí estamos.
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